Revelaciones

Es madrugada de fin de semana y no tenemos nada mejor que hacer que beber. Vamos a una tienda de chinos y el sonriente dependiente no pone ningún problema para vendernos un par de botellas. Somos tres; se supone que será suficiente. El calor es nauseabundo. Hace que la ciudad entera huela como un vertedero. O quizá el hedor provenga de nuestros propios cuerpos, resudados y adheridos a los asientos de piel falsa del coche. No tiene aire acondicionado, claro. Sin necesidad de mencionarlo decidimos que lo mejor va a ser ir a la playa. Puede que allí el ambiente sea más respirable, pienso. Todo más soportable. No sé. Es lo que a menudo sale en las pelis, ¿no? El protagonista de turno –en plena crisis existencial- se tira varias horas mirando la espuma del mar, a solas con las cosas de su cerebro, y después se reincorpora a su vida de perdedor como fortalecido de algún modo. Como inundado por una revelación mística. Como antihéroe mutado en héroe por arte de magia. En fin, ficción. Nosotros llevamos años acercándonos al mar en verano, cuando el apestoso caldo de cultivo de esta puta ciudad se recalienta aún más de lo normal y estalla en burbujas de pura mierda. Y la verdad es que nunca nos ha servido para convertirnos en algo mejor. Simplemente nos ponemos ciegos y disfrutamos de ver las cosas borrosas durante unas horas. Y eso nos basta para seguir un día más. Así que por fin llegamos y dejamos el coche en un parking de cemento, arena y salitre sucio y vemos que un gorrita negro se acerca. Como ninguno de nosotros lleva el euro, el tipo pide que le demos un cigarro.

Toma.

Lo coge y mira el logotipo en el papel y dice:

¿No tienes Marlboro?

Pues no tío, no soy un estanco ambulante.

Entonces paso.

Me lo devuelve y se larga insultándonos en voz baja. Y de golpe ratifico con absoluta certeza algo que venía intuyendo desde hace tiempo. Que el fin del mundo ya ha empezado. Que ya no hay nada que hacer, que la especie humana es basura antropomorfa y que además de justo sería hasta bonito que el asteroide del 2019 nos convirtiera a todos en polvo cósmico. Porque alguien que buscaba bienestar y que se jugó la vida al atravesar el estrecho en patera o se desolló vivo saltando la superalambrada esa de Ceuta o Melilla acaba de rechazarme un cigarro por no ser de su marca favorita. Pero en lugar de correr tras él y darle motivos para matarme saltándole encima e intentando degollarle con cualquier objeto más o menos afilado, me enciendo el cigarro menospreciado y me adentro en la playa con mis amigos. Unos metros hacia el norte hay una terraza de ésas que alternan los grandes éxitos de los triunfitos con los grandes éxitos de los reyes del reguetón o como coño se escriba. La reverberación se impone incluso sobre el sonido del mar, así que la arena está repleta de grupitos de gente disfrutando de la buena música. Calentando motores. Emborrachándose contrarreloj para entrar a la disco con el puntito exacto de desinhibición. La mayor parte de los animales que pueblan la arena son chavales jóvenes hiperciclados y chavalas jóvenes siliconadas. Putas y chulos de putas, por resumir. Al menos, eso es lo que parecen. Mientras avanzamos entre ellos, mi amigo A dice que tengamos cuidado, que no levantemos mucha arena al caminar, que esta chusma necesita muy poco para reventarle a uno la cabeza. Mi amigo B dice Sí, ojito. Y yo no digo nada pero pienso que por desgracia tienen razón. Y ahí estamos: los tres andando en fila india y de puntillas para evitar problemas. Y me sorprendo a mí mismo confeccionando mentalmente una lista de lugares prioritarios en los que colocar una bomba.

Tiendas de rayos UVA.

Gimnasios.

Multicines.

Discotecas.

Centros comerciales.

Tiendas de scooters.

Para mantener una distancia de seguridad con las bestias aparentemente más peligrosas acabamos por acampar casi en la misma orilla. Nos mojamos el culo al sentarnos y me sube una náusea repentina y se me van las ganas de pillarme una buena castaña. Pero en el fondo sé que la sobriedad es el peor estado posible para pasar un buen rato en tal escenario. Por eso ya voy bastante cocido cuando cuatro tipejos se nos acercan y nos piden que les pongamos un cubata. En realidad, no lo piden. Uno de ellos, más ancho que alto, se recoloca la cadena dorada del grosor de un dedo humano que lleva colgada de la cerviz y ordena:

PoneRnos unos cubatas.

¿Unos cubatas…?

Sí, ¿no me oyes? Unos cubatas.

Y, joder, puede que sea un momento tan bueno como cualquier otro para dejar de ser una presa fácil. Pero los jodidos mecanismos de autodefensa se activan automáticamente en mi interior. Se resumen en una máxima: me da miedo el dolor físico. Total, que antes de darme cuenta los cuatro gorilas ya tienen sus respectivos cubatas entre sus zarpas. Entonces, por alguna razón que no comprendo, el mono jefe dice Gracias y después me pregunta cómo me llamo. Se lo digo. Y él/ello:

Coño, somos tocayos.

Ah.

¿No te lo crees? Mira, lo llevo tatuado.

Se levanta la minúscula y apretadísima manga y me enseña la cara interna de su bíceps, del tamaño de mi muslo:

Ivan en letras azules.

Se me eriza el pelo y casi puedo oír el estertor de mi último átomo de fe en la humanidad, recién desintegrado por cansancio y tedio y pura repulsión.

En ese mismo instante sé que no voy a poder aguantarme. Necesito una pequeña revancha. Un arranque de dignidad, por insignificante que sea, para levantarme mañana sin pensar demasiado en lo asombroso del poder cortante de la cuchilla de afeitar. Sin la obsesión de hurgar en los enchufes en busca de diminutos tesoros ocultos. Y digo:

Joder, tanta carne para escribir en ella y se te olvida el acento…

Recobro el conocimiento con un diente partido por la mitad y la boca y los ojos llenos de arena y sangre. Una revelación tan esclarecedora como otra cualquiera, al borde del mar.

Acerca de Iván Rojo

Poemas y relatos. Realismo. Minimalismo.
Esta entrada fue publicada en PROSAS y etiquetada , , , , , , , , , , . Guarda el enlace permanente.

3 respuestas a Revelaciones

  1. ¿¡Esto ha pasado!?
    Quiero decir ¿de veras está en la sección que le corresponde!?
    …Y si es así ¿¿que coño pasa en el mundo?? ¿es que no hay por ahí nada mas que analfabetoviolentos hijos de la grandisima puta?

    Que puto asco.

  2. Sulo Resmes dijo:

    Desconozco cual es la parte de bio y cual la de neuro que hay en este relato, pero ya sabes que estoy a tu disposición para montar un grupo terrorista antimascas-poligoneros-metrogays y/o cualquier otro colectivo de similar ralea. No es broma, te aseguro que no nos ibamos a quedar solos en nuestra cruzada contra estos aspirantes a Premio Nobel.

  3. jano dijo:

    Me apunto!!!

Deja un comentario